Hace tiempo que tengo un convencimiento. La crisis generalizada que estamos pasando, desde el cambio climático a las desigualdades sociales o la explotación desmesurada de los recursos, no tiene una raíz económica, política o social. Es ante todo un problema espiritual.
La actualidad diaria nos suministra cada día pruebas más irrefutables de que la Humanidad hace tiempo que ha perdido el respeto por el medio natural. El consumo desenfrenado ha sustituido a muchos valores éticos, que pese a ser invocados constantemente son también ignorados.
Si no existe una actitud respetuosa, casi amorosa, hacia todo cuanto nos rodea el resultado es catastrófico.
Y pienso en muchas imágenes que me han asaltado estos días. Por ejemplo, la de grupos de energúmenos concentrados en la costa sur de Ibiza que se dedican a tirar grandes piedras al mar. Y lo celebran con gritos y jaleos.
El significado de esa escena resulta devastador.
”La crisis generalizada que estamos pasando es ante todo un problema espiritual
Lo que piensa Es Vedrà. En la costa sur de Ibiza existe un paraje único. Durante siglos fue considerado como sagrado, porque se advierten los muros de un santuario y aparecieron restos de figurillas votivas en los alrededores. Tanto púnicos como romanos consagraban los accidentes costeros a un dios. En este caso, el gigantesco perfil de Es Vedrà tendría sin dudas un significado religioso que desconocemos.
La imagen del islote surgiendo del mar es tan potente que también el movimiento hippy del siglo pasado lo consideró como algo venerable. Hasta hace poco se podían ver pinturas y restos de las ofrendas neopaganas de esos tiempos.
He conocido ese lugar como era antes, S’Era des Mataret, como un rincón místico. Solitario, espléndido. La costa de la Península se adivina a lo lejos y entonces una sensación de trascendencia lo invadía todo.
Pero tal como ha ocurrido con otros paisajes señalados de las Islas, las cosas hoy son bien distintas. Grupos de visitantes se concentran a la hora del atardecer para hacerse su consabido selfie. La gente se amontona de tal manera que incluso hay quien aprovecha para vender bebidas para la puesta de sol.
Lo sagrado, lo reverencial, es visto como un objeto de puro consumo. Sin aprecio, sin respeto. El culto al Dios Selfie se ha apoderado de todo.
Enfrente, Es Vedrà permanece inmutable. Como diciendo: «Pequeños seres intrascendentes, no duraréis ni un soplo de tiempo. Por más fotos que os hagáis».
