Almanaque, 22 de enero de 2022
Apareció ante mí desdibujada y rosácea. Abierta en cuevas como bocas. Acantilada con un horizonte filiforme. La realidad soñada mucho antes…
En la primavera de 1989. llegué a Menorca por primera vez. Me había pasado más de cinco meses leyendo toda la bibliografía menorquina que caía en mis manos. Y cuando entré en el puerto de Maó, me embargó una profunda emoción. Ahí estaban tantas y tantas cosas que había leído, estudiado, imaginado y hasta soñado. Fue un gran momento.
Viví durante unos meses en Santa Anna, preparando la serie de TVE Balears «Menorca màgica». Visitando monumentos, recorriendo caminos solitarios y llenándome de la vibración tan especial de la isla. A partir de entonces, una parte de mi alma quedó allí.
”Me dirigí a la comunidad del monasterio de la Real y les pedí una celda, un rincón donde escribir
Fruto de todo aquello sería el libro «Menorca mágica» (1990), que seguía al «Mallorca mágica». Tenía centenares de notas y fichas. Pero el piso donde vivía por aquel entonces, en la Palma vieja, me resultaba ruidoso y poco habitable. Me era imposible concentrarme.
No sé cómo tuve la idea. Pero fue muy afortunada. Me dirigí a la comunidad del monasterio de la Real y les pedí una celda, un rincón donde escribir. Ellos me dieron todas las facilidades. Incluso me subieron una mesa ancha, donde desplegué todos mis papeles.
Durante varios meses, después de desayunar me iba hasta La Real. Me encerraba en la celda a teclear con una vieja máquina de escribir eléctrica, comprada de segunda mano. Sin molestar a nadie y sin que nadie me turbase.
”Volví la mirada a la ventana. ¡Y allí estaba un "xoriguer" agarrado al tubo de la calefacción mirándome fijamente!
Volqué todas las vivencias, datos y recuerdos de mis estancias en Menorca. Y cuando me encontraba cansado, subía a la terraza superior del monasterio (hoy desaparecida) para pasear mirando al fondo la ciudad.
Algunos momentos fueron auténticamente mágicos. Como cuando intentaba describir la presencia de los «xoriguers» en el cielo de la isla. Volví la mirada a la ventana. ¡Y allí estaba un «xoriguer» agarrado al tubo de la calefacción mirándome fijamente! Ambos nos sobresaltamos y él salió volando. Una sincronicidad asombrosa.
De la serie de las «Islas mágicas» cada libro corresponde a una época y una experiencia. Todos tienen una subtrama emocional que surge cuando vuelvo a ellos. La de Menorca era la inmensidad, la soledad creadora, el misterio del pasado y del paisaje.
Fue un libro que gozó de una buena respuesta por parte de los lectores. Hasta que un día se agotó y dejó de reimprimirse, para mi desolación. Así ha pasado varios años. Y ahora, de forma humilde y particular, he decidido rescatarlo. Llevarlo otra vez a la luz de donde surgió.
A veces, releerlo me causa una extrañeza profunda. Igual que si yo no lo hubiera escrito. Igual que esos ecos secundarios que surgen en los desfiladeros. En los que reconoces tu voz solo a medias. Como si fuera de otra persona.
En la primavera de 2022, por fin, «Menorca mágica» existirá de nuevo.